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FANTASMAS Y PARAPSICOLOGÍA
La parapsicología moderna, antaño denominada metapsíquica, investiga la psicología del engaño, procura documentar físicamente cualquier testimonio de los llamados fantasmas y controlar rigurosamente las circunstancias en que se producen (fantasmogénesis), incluyendo los observadores, alejándose de cualquier prejuicio cognitivo. Frederic W. H. Myers, uno de los fundadores de la Society for Psychical Research (SPR), definió un fantasma como:
La indicación de que alguna clase de fuerza es ejercida después de la muerte, la cual está conectada con la persona previamente conocida en vida (Human Personality and Its Survival of Bodily Death, 1903).
La teoría Myers sobre el yo subliminal, es una teoría emparejable a las más discutibles del registro akásico de la teosofía o de los campos mórficos de la biología, teorías tenidas por pseudocientíficas por su infalsabilidad y multiplicidad de sesgos cognitivos.
El curso histórico de la parapsicología obliga a distinguir, por una parte, las apariciones de ectoplasmas obtenidas con ciertas médium espiritistas fraudulentas a comienzos del siglo XX (Eusépia Palladino, Daniel Dunglas Home, Rudi Schneider, Franek Kluski) de las apariciones investigadas por científicos serios (Charles Richet, Schrenk-Notzing, Gustave Geley, etc.) que acreditaron los fenómenos con los instrumentos y condiciones de observación de que podían disponer en su época para analizar también, por otra parte, fenómenos asociados como el encantamiento o el poltergeist.
La parapsicología asocia los fantasmas a la percepción de animales y personas vivos o muertos de forma visual o auditiva (las mal llamadas psicofonías y teleplastias), e investiga a determinadas personas, los llamados dotados o médiums, quienes, imbuidos al parecer de una cierta percepción extrasensorial, hacen una o varias de estas cosas:
-Sentir, registrar o percibir la presencia de seres ausentes fallecidos.
-Observarlos (clarividente).
-Escucharlos (clariaudiente).
-Obtener información desconocida verificable y cuantificable, a priori o a posteriori (médium).
Estos médiums han logrado recabar información útil para esclarecer desapariciones y crímenes y ayudar a arqueólogos o a personas desesperadas por dramas familiares, como atestiguan los casos de John Edward, Chip Coffey, Anne Germain, Rosemarie Kerr, Sally Headding o Nancy Orlen Weber, entre otros. Curiosamente, unas pocas personas parecen poseer el don contrario de impedir o desfigurar cualquier inferencia mediúmnica. Este hecho parece apoyar el argumento de que la mediumnidad es un tipo de talento telepático que manipula información inconsciente de los cerebros de los sujetos sometidos a ella para reforzar convicciones que los individuos ya poseen. Muchos médiums dicen nacer ya con el don, manifiesto desde su infancia, y se ven asediados por espíritus buenos y malos; algunos de ellos, según interpretan, son los llamados espíritus guía, que los protegen, informan, acompañan y asesoran durante toda o gran parte de su vida. El médium no se ve afectado por la distancia ni el tiempo, sino por la presencia de signos o vestigios de aquello con lo que se comunica, y es un don innato, se posee (desde la infancia) o no se posee.
Los fantasmas más frecuentes poseen una tipología escindida en cuatro clases:
-Fantasmas residuales, que realizan actos repetitivos y carecen de actitud comunicativa o interacción con los observadores.
-Fantasmas conscientes, que pueden comunicarse e interactuar con los observadores.
-Encantamientos duraderos de lugares concretos donde se manifiesta uno o más fantasmas, por tiempo indefinido.
-Poltergeist o «espíritus burlones», fenómenos de duración más reducida ligados a una persona, en la que se mueven objetos solos, se escuchan golpes repetitivos o ruidos y se encienden o apagan luces.
LA PSICOLOGIA Y LOS FANTASMAS
Carl Gustav Jung, (un pionero de la psicología profunda y uno de los estudiosos de esta disciplina más ampliamente leídos en el siglo XX), con sus teorías aportó al tema, que los fantasmas no tenían inteligencia o conciencia propia y que son fragmentos de energía sin significado alguno que persisten después de la muerte.
El filósofo Arthur Schopenhauer consideró teorías como la de Dietrich Georg Kieser, quien explicaba a los fantasmas en 1822 como formas de un magnetismo terrestre que Schopenhauer identificaba con la voluntad de la Naturaleza. Sin embargo se inclina por creerlos algo enteramente subjetivo, intermedio entre el sueño y la vigilia: «La aparición de un fantasma no es más que una visión en el cerebro del visionario». Pero para probar su causa interior da por hecho que es un resultado del sueño, una capacidad que se debe a una forma de intuición de lo que denomina «órgano de los sueños» que «puede abrirse en la vigilia»
Desde el punto de vista psicológico, según los compiladores ingleses Michael Cox y R. A. Gilbert, en su antología fundamental Historias de fantasmas de la literatura inglesa (1986, edición original), la creencia en los fantasmas proviene del hecho de que «hagamos lo que hagamos, los muertos no desaparecen. Tanto si los sepultamos y aislamos como si dispersamos sus cenizas, permanecen en forma de fantasmas en nuestra memoria y, enfrentados con su constante presencia, no tenemos más remedio que aprender a vivir con ellos. Tal vez la forma más eficaz de acomodarlos consista en encerrarlos dentro de relatos, bien como los muertos y vengativos o reconfortantes del folclore, como los aburridos y prosaicos fantasmas de la investigación científica, o como los imprevisibles aparecidos de la ficción». Estrictamente hablando, según el Diccionario Oxford, un fantasma (ghost) es «el alma de una persona fallecida […] que se aparece a los vivos», pero tanto en el folclore como en las narraciones se admiten otros significados no tan precisos. Cox y Gilbert, por otra parte, defienden una característica fundamental de los fantasmas literarios: «Los protagonistas fantasmales deben actuar con intencionalidad; sus acciones, o las consecuencias de las mismas, deben constituir el tema central del relato, en lugar de las acciones de los vivos. Y, lo más importante, todo fantasma, sea humano, animal o cadáver reanimado, debe estar indiscutiblemente muerto»
También en la perspectiva psicológica, el psiquiatra e historiador del terror Rafael Llopis resalta con agudeza: «Es interesante señalar que, desde el punto de vista de la conservación del individuo, los cuentos de fantasmas no deberían resultar terroríficos, sino muy tranquilizadores, en la medida en que su núcleo fundamental es precisamente la supervivencia personal después de la muerte». Esto es demostrativo de aquello en que consiste para Llopis el llamado «instinto de muerte» freudiano: una tendencia, no hacia la no existencia, sino, contrariamente, hacia la supervivencia en el Más Allá.
El especialista Eric Savoy, dentro del compendio de ensayos The Cambridge Companion to Gothic Fiction [Guía de Cambridge de la ficción gótica], al estudiar la implantación de ésta en los Estados Unidos, resalta la función del fantasma como prosopopeya o personificación, a través de la cual «las ideas abstractas, debido al sentido de las circunstancias históricas, adoptan «cuerpo» en la figura del fantasma. Es la misma estrategia que permite al muerto levantarse, a la voz fantasmal materializarse de la nada y a los objetos asumir una forma amenazante pseudo-viva. Esto permite también los más llamativos efectos del encantamiento, lo misterioso y el retorno de lo reprimido».
Antonio Ballesteros recuerda por su parte que no todos los fantasmas literarios encarnan el mal o son una manifestación de lo tétrico; el fantasma es «una de las formas de lo enigmático, de lo inefable, aunque hay fantasmas para todos los gustos y de toda condición en la literatura decimonónica. Muchos de ellos, observamos, no tienen nada de demoníaco o maligno; algunos nos causan más melancolía que terror; otros son más motivo de ironía y dignos de compasión (recordemos «El fantasma de Canterville», de Oscar Wilde) que de escalofriante espanto. En definitiva nuestros fantasmas son como nosotros, y esconden en su esencia inestable la semilla de la complejidad psicológica que habita en los más recónditos y procelosos rincones de nuestro ser».
La creencia en fantasmas puede ser inducida como alucinación por trastornos como la parálisis del sueño, el efialtes y otras diversas parasomnias, así como por síntomas como la disociación y enfermedades mentales como los diversos tipos de esquizofrenia (oír voces, ver alucinaciones, sufrir delirios) o las distintas afecciones del lóbulo temporal del cerebro, por ejemplo la Epilepsia; por otra parte el escotoma obliga a veces al cerebro a crear delirios inconscientes: fantasea creando imágenes fantasmas en los huecos donde percibe falta de información visual, como han demostrado en otros casos experimentos empíricos sobre percepción; a veces también engaña el cerebro creando historias mediante el síndrome de Korsakov o en condiciones de hipnosis o, más corrientemente, el sueño, fabulando sobre bases reales (en condiciones de hipnosis, se produce un sensible aumento de memoria, se decuplica, o más, por lo cual se pueden recuperar datos que hacen la historia más verosímil). Igualmente, muchas drogas, los llamados alucinógenos, producen fantasías fantasmagóricas, como el LSD. La Comunicación después de la muerte inducida (CDMI en español, IADC en inglés) es una técnica terapéutica basada en la EMDR que ayuda a los deudos a procesar y superar el sufrimiento por la muerte de un ser querido por medio de la evocación de fantasmas. La CDMI fue descubierta y desarrollada en 1995 por el psicólogo estadounidense Allan Botkin, durante su trabajo con veteranos de la guerra de Vietnam. Se fundamenta en el demostrado valor curativo de las Experiencias cercanas a la muerte.
FANTASMAS Y ESPIRITISMO
Según el espiritismo o «doctrina espírita», como se decía en el siglo XIX desde que este movimiento fue configurado por Allan Kardec y la teósofa Helena Petrovna Blavatsky, el alma sobrevive a la muerte del cuerpo material y asciende a un nivel superior de existencia. Sin embargo algunas almas se desvían de ese camino; no parecen tener una autoconsciencia completa de su ser; la tienen, pero sólo hasta cierto punto, porque no han logrado todavía resolver sus dudas existenciales. Se trata de fantasmas: entidades desencarnadas que se torturan y fustigan cruelmente con asuntos no resueltos en su vida anterior. Puede, por ejemplo,
-Que no acepten su propia muerte, que no quieran reconocer que han desencarnado.
-Que se sientan culpables por no haber concluido correctamente algún asunto durante su vida humana.
-Que se sientan atados o ligados afectivamente a alguna persona o lugar cuando estaban con vida.
-Que sientan odio o rencor consigo mismos o con alguien de su entorno como humanos.
-Que sientan que no merecen estar en ninguna parte y que ya no les queda esperanza.
Un fantasma se construye con algunas de las actitudes no resueltas de un humano mientras vivía encarnado en su cuerpo físico: padece carencias, obsesiones, sentimientos de culpabilidad, apegos, miedos o desesperanzas irresistibles. Por no cuidar esas actitudes, según el Espiritismo, uno se puede transformar en un posible candidato a fantasma el día de mañana. La labor del médium ha de consistir en orientar y aconsejar para poder cambiar esas actitudes. Debe ser capaz de sentir que está a tiempo de rectificar o de perdonar o ser perdonado, ser capaz de sentir que tiene una segunda oportunidad en la que podrá aprender de sus errores del pasado y convertirlos en un valioso conocimiento para el futuro. Este cambio de actitud para el fantasma, que no sería sino una entidad mendiga que pide afecto, comprensión, y oportunidad para un cambio, debe proporcionárselo el médium. Una vez el fantasma ha comprendido, espontáneamente sucede aquello largamente ignorado o no esperado por él, sabe que puede sentirse libre y continuar su camino de evolución en niveles superiores de conciencia y puede seguir su camino en paz creciendo existencialmente hacia otros planos, bien en una forma encarnada o bien en una forma espiritual. Ha comprendido que la capacidad de ordenar sus experiencias le permiten ser su mejor maestro y enseñar a otras entidades a no repetir su mismo error.
En el vocabulario espiritista no se utiliza la palabra fantasma, sino espíritu, ente o entidad. Algunas almas no habrían pasado a otro nivel de existencia por miedo a quemarse eternamente, por simple obstinación o por poseer demasiado apego a este nivel de existencia o a algunas cosas y personas de este nivel de existencia. Otra explicación a este fenómeno, que permite una leve unificación entre la física contemporánea y esta creencia sobrenatural, y que se funda en presuntos experimentos llevados a cabo con equipo técnico en varias partes del mundo a partir de 1945, sugiere que al momento de morir, subsiste de algún modo la «información cuántica», el modelo molecular del ser vivo, la cual, mediante la combinación de factores adecuados, de espacio, tiempo y energía, (sitios con apropiados niveles de energía del tipo iones positivos), se manifiesta como si tuviera un cuerpo (forma material difusa popularmente denominada «ectoplasma» o «periespíritu»), pudiendo realizar acciones (ruidos, movimiento de objetos, apariciones), lo cual depende en gran medida del voltaje e intensidad del campo de iones positivos presente en dicho lugar. El fundamento principal de esta teoría se basa en que toda acción realizada en el espacio requiere una fuente de energía que es recargada por el espectro en estos lugares electromagnéticamente saturados de cargas electrónicas libres (electrones sueltos en el aire u otras substancias). Dicho cuerpo difuso le proporcionaría al espectro sensaciones similares a las de la persona viva, obviamente con sus limitaciones, pero sensaciones al fin y al cabo, lo que explicaría también los casos en los cuales las psicofonías y otras anomalías captadas en sesiones de espiritismo reproducen frases inconclusas o absurdas como «siento frío» o «yo, qué estoy haciendo aquí». De cualquier forma, esto no sería más que un reflejo hologràfico-electrònico de un personaje muerto tiempo atrás.
Continuará…
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Me parece muy bueno este blog
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