FANTASMAS EN LOS MUNDOS, III

NARRATIVA Y FICCIÓN

En la ficción, los espíritus de los muertos aparecen ya reflejados en la Odisea de Homero, en la que se narra un viaje al inframundo donde el héroe encuentra fantasmas de los muertos. El escritor de la Antigua Roma Plinio el Joven, en sus cartas, describe un fantasma que se convertiría en habitual en la literatura posterior: un espíritu barbudo que porta cadenas traqueteantes; Mostellaria, del también romano dramaturgo Plauto, es la primera obra conocida que registra una vivienda embrujada, a veces se traduce como La casa encantada. También hay pasajes fantasmales en El Satiricón de Petronio y El Asno de Oro, de Apuleyo, así como en varias obras del también romano Séneca.

Vemos en el Renacimiento los tratados sobre fantasmas, además de vampiros, duendes, y brujas de toda especie; pero insistiéndose en el origen demoníaco de los mismos. Los fantasmas que habían aparecido a menudo en las tragedias de Séneca influyeron en las de William Shakespeare. Los fantasmas en Ricardo III se asemejan al modelo de Séneca, aunque el fantasma que aparece en Hamlet desempeña un papel más complejo.

Los fantasmas ocuparon un lugar destacado en las baladas británicas de los siglos  XVI  y XVII, particularmente en las llamadas Border Ballads (Baladas de la frontera), que se registraron en la turbulenta zona fronteriza entre Inglaterra y Escocia. Muy conocidas son «The Unquiet Grave», «The Wife of Usher’s Well» y «Sweet William’s Ghost», que recurre al tema del regreso de la tumba de niños o amantes muertos trágicamente.

De acuerdo con Antonio Ballesteros, «es desde mediados del siglo XVII y hasta finales del XVIII cuando, coincidiendo con el auge progresivo de los postulados racionalistas, los fantasmas desaparecen del imaginario de lo que podríamos llamar «cultura oficial»», y su presencia se hace cada vez más difusa y escasa, «viéndose restringida su manifestación al folclore, las baladas, la tradición oral, e incluso las supersticiones, formas todas ellas rescatadas luego por autores como Walter Scott».

Desde mediados del siglo XVIII, la situación cambiará con el surgir de los prerrománticos «Poetas de la tumba» o «Poetas de cementerio» Entre estos poetas de cementerio se encuentran: Thomas Parnell, Thomas Warton, Thomas Percy, Thomas Gray, James Macpherson, Robert Blair, William Collins, Mark Akenside, Joseph Warton y Edward Young. Ingleses artífices de las novelas góticas. Sobre el germen de la temprana novela gótica, H. P. Lovecraft dictamina: «Los paisajes fantasmales de Ossian, las visiones caóticas de William Blake, las grotescas danzas de brujas del «Tam O’Shanter» de Burns, el siniestro demonismo de «Christabel» y «El viejo marinero» de Coleridge, el misterioso encantamiento del «Kilmeny» de James Hogg, y los elementos de horror cósmico que figuran en «Lamia» y muchos otros poemas de Keats, forman las típicas ilustraciones británicas de la introducción de lo sobrenatural en la literatura formal». Los fantasmas llegaron a constituir motivo central de muchas novelas góticas, como ya en la primera muestra de dicha corriente, El castillo de Otranto, del británico Horace Walpole. Otros escritores góticos que prodigaron espectros fueron Clara Reeve, William Beckford, Ann Radcliffe, Matthew Lewis, y el autor con el que dicha corriente alcanzó su culmen y remate, Charles Maturin.

Jack Sullivan ha señalado que muchos críticos sostienen la existencia de una «edad de oro de la historia de fantasmas», datable entre el período de decadencia de la mencionada novela gótica, hacia los años 1830, y el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Sullivan afirma que las obras de Edgar Allan Poe y Sheridan Le Fanu inauguraron dicha edad de oro.

Rafael Llopis, quien se apoya en G. M. Tracy, refiriéndose exactamente al cuento de fantasmas genuino, afina más el periodo, situándolo entre 1898 y los dos primeros decenios del siglo XX.

Jennifer Uglow recoge la opinión de historiadores del género, como Julia Briggs: «La atracción por lo sobrenatural coincidió, tal vez no por casualidad, con una pérdida de la fe religiosa y con la rápida extensión de la industrialización. Ambas presiones pueden haber creado la necesidad de recordar espíritus antiguos y mágicos que prometían la existencia de otro mundo, aunque resultase bastante incómodo. Fue éste uno de los argumentos de Freud en su ensayo de 1919, «Lo misterioso»». La popularidad de este tipo de relatos, agrega Uglow, perduró hasta fines de la década de 1930, y murió después de la Segunda Guerra Mundial, para resurgir posteriormente. Sobre este particular, Uglow recuerda las palabras de la destacada escritora del género Elizabeth Bowen (en su prólogo a The Second Ghost Book, 1952): «La locura universal de nuestro siglo parece proporcionar un ambiente propicio: hasta ahora confinados a antiguas casas solariegas, castillos, panteones, intersecciones, caminos de tejo, claustros, bordes de acantilados, páramos y aguas estancadas urbanas, [los fantasmas] pueden ahora pasearse por todas partes sin restricciones. Se sienten cómodos en apartamentos y viven en casas de campo. Saben cómo cortar la electricidad, enfriar la calefacción o calentar el aire acondicionado. Los adelantos en psicología los han beneficiado; el complejo de culpabilidad es su amigo particular».

FANTASMAS Y LITERATURA

Son muchos los escritores que han tratado este tema.  Cabe insistir  Sobre los hechos maravillosos de Flegón, liberto del emperador Adriano, porque fue origen de la leyenda sobre la esposa difunta que reaparece en Proclo y sirvió de inspiración a Goethe para su Novia de Corinto y a Washington Irving para El estudiante alemán. En el siglo XVI Gonzalo Fernández de Oviedo narra un caso real de fantasmas en sus Batallas y quincuagenas y Antonio de Torquemada menciona muchos casos demasiado crédulamente en un Jardín de flores curiosas (1570) que irritó tanto como sedujo al propio Cervantes, quien parece evocar a la estantigua en el episodio del cuerpo muerto. Hay, por otra parte, leyendas hispánicas de muertos que vuelven a la vida como vampiros bastante anteriores a las rumanas, como la del Conde Estruch (siglo XII) en el Ampurdán o la Guajona en Cantabria. En el teatro del siglo XVII aparecen obras donde los fantasmas tienen un papel destacado: Hamlet, de Shakespeare; El caballero de Olmedo y El duque de Viseo de Lope de Vega o El burlador de Sevilla de Tirso de Molina, quien se inspira a su vez en la leyenda de El convidado de piedra. El tema se desarrolla generalmente dentro del género de la novela gótica o cuento de terror, un género que empezó con el Romanticismo a finales del siglo XVIII, aun cuando fue en el XIX cuando encontró su verdadero desarrollo y máximo apogego con autores como E.T.A. Hoffmann, Edgar Allan Poe, Jean-Charles Emmanuel Nodier y Sheridan Le Fanu. Escribieron novelas góticas con relatos de fantasmas Horace Walpole (El castillo de Otranto, 1764), Matthew G. Lewis (El monje, 1794) y Charles Maturin (Melmoth el errabundo). En 1887 Oscar Wilde escribe El fantasma de Canterville. Posrománticos son Gustavo Adolfo Bécquer, Guy de Maupassant, M. R. James, R. L. Stevenson, Lafcadio Hearn, Henry James, Edith Wharton,Algernon Blackwood, Arthur Machen, M. P. Shiel etc… Se acercaron al género con mayor o menor fortuna Emilia Pardo Bazán, Richmal Crompton, E. F. Benson, William F. Harvey, Richard Middleton, W. Somerset Maugham,Elizabeth Bowen, Robert Aickman, May Sinclair, Walter de La Mare, Thomas Burke, A. E. Coppard, Charles Williams, Herbert Russell Wakefield, Alfred McClelland Burrage, A. N. L. Munby, Arthur Gray, Barry Pain,Christopher Woodforde, E. G. Swain, Hugh Walpole, John Buchan, L. T. C. Rolt, Simon Raven, Terence H. White, V. S. Pritchett, Omar Pérez Santiago (Allende, el retorno, 2013) y L. P. Hartley.

Reino Unido e Irlanda

Uno de los escritores más influyentes de las historias de fantasmas fue el irlandés Joseph Sheridan Le Fanu. Libros de cuentos de este autor, inspirados en la tradición gótica, como In a Glass Darkly (1872) y The Purcell Papers (1880), ayudaron a popularizar el formato del cuento como medio para la ficción fantasmal. La también irlandesa Charlotte Riddell (quien escribió bajo el pseudónimo Mrs. J. H. Riddell), creó historias de fantasmas que destacan por un uso muy hábil del tema de la casa embrujada. Autores asimismo destacados en el ámbito anglosajón fueron, entre otros, Edward Bulwer-Lytton, Margaret Oliphant, Hugh Walpole, E. F. Benson y L. P. Hartley.

Figura clave en el Reino Unido de esta modalidad fue M. R. James, a quien el escritor y crítico británico David Langford describió como el autor del «canon más influyente del siglo XX dentro del relato de fantasmas». En su escrito «Some Remarks on Ghost Stories» [«Algunas observaciones sobre los cuentos de fantasmas»] (1929), James identificó cinco características clave de la historia de fantasmas inglesa, que fueron resumidas por el profesor Frank Coffman para un curso de literatura imaginativa popular, como sigue:

-Pretensión de autenticidad de lo narrado.

-«Un terror agradable».

-Sin derramamiento de sangre gratuita ni sexo.

-No hay «explicación de la maquinaria».

-Escenario: «el actual del escritor (y lector)».

James perfeccionó un método narrativo dentro del género que desde entonces se conoce en el ámbito anglosajón como Jamesian (jamesiano), y que implica el abandono de muchos de los elementos góticos tradicionales que habían usado sus predecesores. El cuento clásico jamesiano generalmente incluye, además de los mencionados, los siguientes elementos:

-Un entorno bien diseñado en un pueblo inglés, ciudad costera o finca; una antigua ciudad en Francia, Dinamarca o Suecia; o una abadía venerable o universidad.

-Un caballero erudito anodino y bastante ingenuo como protagonista (a menudo de carácter reservado).

-El descubrimiento de un viejo libro u otro objeto de anticuario que despierta de alguna manera, atrae la ira, o por lo menos la atención no deseada de una amenaza sobrenatural, por lo general proveniente del Más Allá.

De acuerdo con James, la historia debe «poner al lector en la posición de decirse a sí mismo: «¡Si no ando con tiento, algo así me puede pasar a mí!»».

James perfeccionó la técnica de narrar los acontecimientos sobrenaturales a través de la implicación y la sugerencia, dejando al lector llenar los espacios en blanco. Sus relatos se centran en los detalles ordinarios de sus escenarios y personajes con el fin de poner de mayor relieve los elementos terribles y extraños. El escritor resumió su enfoque en su prólogo a la antología Ghosts and Marvels (Oxford, 1924): «Los dos ingredientes más valiosos en la confección de una historia de fantasmas son, para mí, la atmósfera y un crescendo bien logrado […]. Introduzcamos, a continuación, a los personajes de manera plácida; veamos cómo les va en sus asuntos ordinarios, presentémoslos satisfechos con su entorno, sin que les molesten los presentimientos, y en este ambiente de calma dejemos que el ente siniestro asome la cabeza, discretamente al principio, y luego con más insistencia, hasta apoderarse de la escena». También señaló: «Otro requisito, en mi opinión, es que el fantasma debe ser malévolo u odioso: las apariciones amables y serviciales están bien en los cuentos de hadas o en las leyendas locales, pero para mí carecen de utilidad en una ficción fantasmal».

A pesar de las sugerencias que dejó caer en su ensayo «Stories I Have Tried to Write» [«Historias que he intentado escribir»], de que los escritores empleen principalmente la reticencia en su trabajo, muchos de los cuentos de James presentan escenas e imágenes de enorme e inquietante violencia.

Otros autores de la era eduardiana, como Algernon Blackwood –que combinaba las historias de fantasmas con las de naturaleza mística–, Oliver Onions –qué fundía sus historias de fantasmas con el terror psicológico–, y William Hope Hodgson –cuyos fantasmas se desenvolvían en escenarios marítimos y de ciencia-ficción–, contribuyeron a encauzar las historias de fantasmas en nuevas direcciones.

Un escritor británico moderno notable de ficción fantasmal es Ramsey Campbell. Otros escritores del género actuales son el angloirlandés Jonathan Aycliffe (Denis MacEoin), que ha escrito varias novelas, y la inglesa Susan Hill.

Alemania

  1. T. A. Hoffmann produjo varias historias de fantasmas, entre ellas «El espíritu elemental» y «Las Minas de Falun». En sus historias «Die heilige Cäcilie oder die Gewalt der Musik» y «Das Bettelweib von Locarno» ([«Santa Cecilia o el poder de la música» y «La mendiga de Locarno»], el poeta Heinrich von Kleist cultivó asimismo el género.

Francia y Bélgica

Los románticos franceses Charles Nodier, Théophile Gautier y Prosper Mérimé  inauguraron en su país el relato espectral, cada uno con características propias. Más tarde, Guy de Maupassant aportó obras como «Apparition» (1883). El belga Jean Ray, ya en 1947, publicó Le livre des fantômes (El libro de los fantasmas).

Estados Unidos

Muy influidos por ejemplos británicos y alemanes como los que acaban de citarse, los escritores estadounidenses comenzaron a producir, a principios del siglo XIX, sus propias historias de fantasmas. Washington Irving escribió «La aventura del estudiante alemán», y Edgar Allan Poe, algunos relatos de fantasmas muy sui generis, como » La máscara de la Muerte Roja» y «Morella».

Más tardíamente, en dicho siglo, escritores estadounidenses de relevancia, como Mary Eleanor Wilkins Freeman y, sobre todo, Henry James, con la muy aclamada Otra vuelta de tuerca, también escribieron ficción fantasmal

A partir de la década de 1940, Fritz Leiber diseñó cuentos de fantasmas que figuran en los entornos industriales modernos, como «Smoke Ghost» (1941) y «A Bit of the Dark World» (1962). Shirley Jackson hizo una importante contribución a la modalidad con su novela The Haunting of Hill House.  Para Stephen King, esta obra constituye «el relato de casas encantadas más cercano a la perfección que he leído jamás». Entre los escritores vigentes, el propio Stephen King ha contribuido al género con novelas como El resplandor, adaptada exitosamente al cine por Stanley Kubrick. Uno de los escritores de fantasmas más interesantes de los últimos años es el cuentista Thomas Ligottib (Noctuario).

España

España es tradicionalmente país poco proclive al género fantástico; son sin embargo destacables, en el siglo XIX, autores como el romántico tardío Gustavo Adolfo Bécquer («El rayo de luna») y Pedro Antonio de Alarcón, escritor ya perteneciente al realismo, con el excelente relato «La mujer alta». En el siglo XX también han cultivado el género autores de importancia como Wenceslao Fernández Flórez (Tragedias de la vida vulgar), Alfonso Sastre (Noches lúgubres, en homenaje a las de José de Cadalso) y Noel Clarasó (Miedo), entre otros.

Oriente, otros países

En el Japón, La historia de Genji, antiquísima colección de relatos (data del siglo XI), contiene diversas historias de fantasmas. En la Inglaterra victoriana, el escritor Lafcadio Hearn publicó una colección de relatos folklóricos japoneses de espectros que tuvo mucha repercusión: Kwaidan: Stories and Studies of Strange Things [Kaidan: Cuentos y estudios de fenómenos extraños

En Arabia, el libro de Las Mil y Una Noches o Noches árabes, contiene numerosas historias de fantasmas, frecuentadas por genios, gules y cadáveres vivientes. Otras obras árabes de la Edad Media, como la (en inglés) Encyclopedia of the Brethren of Purity, contienen asimismo historias fantasmales.

Sobre fantasmas y otros seres malditos, se conocen asimismo leyendas milenarias, tanto orales como escritas, en la India, en China y en otras naciones y culturas orientales.

En los pueblos eslavos y de Europa del Este es muy conocido este tipo de historias. En Rusia, por ejemplo, el folclorista y escritor Aleksandr Afanásiev recogió en sus obras multitud de relatos tradicionales de fantasmas y terroríficos de dicha nacionalidad.

Relatos de fantasmas célebres

De Daniel Defoe: «La aparición de Mrs. Veal». Horace Walpole: El castillo de Otranto. Walter Scott: «La cámara de los tapices». E. T. A. Hoffmann: «El espectro enamorado». Joseph Sheridan Le Fanu: «El fantasma de madame Crowl», «La casa junto al cementerio», «La habitación del dragón volador». Edgar Allan Poe: «Ligeia». Charles Dickens: Canción de navidad, «El guardavías», «El fantasma en la habitación de la desposada». Óscar Wilde: «El fantasma de Canterville».

Erckmann y Chatrian: «El burgomaestre embotellado». Henry James: Otra vuelta de tuerca, «Los amigos de los amigos», «Maud-Evelyn». Guy de Maupassant: «Aparición». Auguste Villiers de L’Isle Adam: «Vera». M. R. James: «El álbum del canónigo Alberico», «Silba y acudiré», «El fresno».Algernon Blackwood: «La casa vacía», «El bosque de los muertos», «El valle perdido». Walter de la Mare: «La tía de Seaton», «De Mortuis», «Los que escuchan» (poema). Vernon Lee: «Una voz perversa». Wilkie Collins: «La señora Zant y el fantasma». Margaret Oliphant: «La puerta abierta». Edith Wharton: «El triunfo de la noche». Oliver Onions: «La pitillera». E. F. Benson: «El santuario». F. Marion Crawford: «La litera de arriba». W. W. Jacobs: «La pata de mono». John Buchan: «Fullcircle». Robert Aickman: «Los cicerones». Thomas Burke: «El hombre hueco».Stephen King: El resplandor. Peter Straub: Ghost Story.

 

Continuará…

Olga.lucia.rios.a@gmail.com                                                                         Twitter: https://twitter.com/Olgaluciarios7;
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