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DIEZ AÑOS MÁS TARDE
Los clamores de los religiosos, oidores y aún de simples vecinos se intensifican, denunciando la disminución de la población aborigen, la subida alarmante de los precios de los alimentos por falta de labranzas del campo, la carestía y escasez de la mano de obra y todas las otras calamidades que llevaron consigo el paulatino acabamiento de indios al finalizar aquel para ellos tan fatídico siglo XVI.
Los encomenderos protestaban contra la norma de que se castigara a los españoles que maltrataran a los indios. Fray Martín, escribió: «si al español que mata un indio, o le hiere, o da un bofetón, o le dice palabras injuriosas le hubiesen de castigar como su Majestad manda, en pocos días no habría españoles en las Indias”
Para contrarrestar esta creciente despoblación se crean por la legislación indiana los “resguardos”, una institución cuyo objeto era defender las tierras señaladas a una comunidad indígena contra la codicia de sus vecinos blancos y mestizos y conservar así los restos aislados de una tribu, dotándolos con una más o menos autónoma administración interna. Impulsó la importación de esclavos del África. El comercio de esclavos se consolidó rápidamente y gracias a ello se constituyó el denominado sistema de «comercio triangular», mediante el cual, se importaban esclavos a América, los cuales eran utilizados en las grandes plantaciones, las materias primas producidas se exportaban hacia la Europa preindustrial.
Se empezaron a otorgar resguardos desde la década de 1590, luego fueron reorganizados en la visita de Juan de Villabona en 1622. Muchas comunidades tuvieron que abandonar sus antiguas parcelas para instalarse en los nuevos resguardos, lo cual debió causar más de un conflicto en su interior.
La premura de los indios era tal, que en las órdenes redactadas por Villabona, se encargaba a los comisionados para el poblamiento que no repartieran las parcelas de cada comunidad hasta que no se hubieran construido la iglesia y las viviendas, porque de lo contrario todos se irían a sembrar y abandonarían la construcción del pueblo. En cada sitio se reunieron varias comunidades provenientes de los valles aledaños, que construyeron bohíos en barrios separados. En el centro del poblado se trazó la plaza principal, con su iglesia respectiva. Alrededor se ubicaron los bohíos de los caciques e indios principales.
Algunos de estos asentamientos crecieron hasta convertirse en ciudades, otros se mantuvieron en el estancamiento, pero casi todos perduran hasta nuestros días.
La situación laboral también dio un giro decisivo por aquellos años. La crisis de la encomienda poco a poco fue haciendo desaparecer el trabajo forzado y los servicios personales para el encomendero. Estos sistemas fueron reemplazados por formas de trabajo semi-asalariado, como el «alquiler» o «concierto», tanto en las minas, como en el campo y la ciudad. Concertarse significaba firmar un contrato en el cual se establecía la labor que debía realizarse, el tiempo de trabajo y la paga que se iba a recibir. Podía ser un trabajador minero, al cual se le pagaba con el oro de la propia mina, o un trabajador agrícola, cuyos pagos eran por lo general en especie: mantas, cuchillos, camisetas, herramientas, etc. Pero también había conciertos y alquileres para labores que se realizaban en la ciudad, como las manufacturas, artesanías y el servicio doméstico.
Forasteros en la ciudad que se dedicaban a múltiples labores, desde la zapatería hasta la cocina. Pero las diferencias de ingresos eran grandes dependiendo del oficio que ejercían. Un arriero podía ganar unos 16 pesos de oro al año, un vaquero o gañán unos 15 pesos, un sastre o zapatero unos 60 pesos, pero una india del servicio doméstico recibía dos o tres mantas y un «chumbe», cuyo valor no superaba los 5 pesos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que además del pago, el trabajador recibía comida y alojamiento en la mayoría de los casos.
Continuará…
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Los encomenderos, una historia tragica y cruel.
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