MÁRTIRES DE LA PATRIA COLOMBIANA, EN NEMOCÓN

                                                            Nemocón, es un municipio colombiano del departamento de Cundinamarca, ubicado en la provincia de Sabana Centro, a 65 km de Bogotá, la capital.                                                                                            Su Mina de Sal, un pueblo subterráneo con formaciones y atractivos naturales únicos en el mundo, la apasionante historia de un sitio no solo mágico sino de gran trascendencia en la historia de la sal en el mundo, de interés científico y turístico.

Historia

Antigua población, fundado el 26 de julio de 1600. Algunos hechos olvidados, como redacta en las primeras páginas de su extraordinario «Diario», el cronista José María Caballero, fundamenta la información en registros de gobernantes, a quienes quedó fácil obviar la historia nemoconense; partiendo desde Zipaquirá (municipio de Cundinamarca), incluso la redacción de las 35 capitulaciones hechas por Agustín de Medina y Juan de Vargas en Nemocón; corregidas en el Mortiño, vereda del mismo, camino a Zipaquirá, donde se firmaron en la casa cural, por el virrey Caballero y Góngora, —según el historiador Arciniegas.

Así han dejado en el olvido muchos cronistas grandes aportes a la patria, como la primicia del regalo de la vida de los primeros mártires en aras de la libertad de la República.

Mártires

 

El 1 de septiembre, de 2019 se conmemoran 238 años del sacrificio de los protomártires de la patria colombiana, ocurrido en Nemocón

Ya entrada la madrugada del sábado 1 de septiembre de 1781, oscuro aun en los corredores de las casas nemoconas, el canto de uno que otro gallo exorcizando los acontecimientos que a paso de caballos, sorprenderían al pueblo que aún dormía sin dejar de soñar con su libertad. Aullaron los perros al paso de los jinetes que confundidos entre las sombras traían la muerte; agazapados lobos, jaurías ambiciosas y sanguinarias con sus mosquetes a hombros. Voceos y risas sobre el silencio que encima de cada rincón de las casas se ponían, se transformaron en un murmullo que recorrió la multitud, al tiempo que se levantaban armados con: picas, espadas, lanzas, machetes, palos, hondas, horquillas y algunas armas de fuego. A velocidad del rayo vistieron sus camisas, sobre las cuales colocaron ponchos (accesorio típico, cundiboyasesnse) para resguardarse del frío, sus pantalones anchos y botas de potro: José Chávez, Manuel Luna, Francisco Mendieta, Francisco Cubillos, Juan Ignacio Novoa, José García, Manuel Ríos y Mónica Carlos, siguiéndolos muchos otros patriotas nemoconenses enardecidos.

Fueron ellos los primeros mártires de nuestras Patria.

Otros de estos valientes fueron enviados a las mazmorras de Cartagena, muriendo algunos de ellos. Posteriormente en estas tierras salineras el miércoles 19 de noviembre de 1817 Micaela Nieto y Custodio del Busto, también ofrecen su vida por la noble causa.

EL ECO DE DOLOR Y RABIA DE LOS MASACRADOS

No se rompen esos lazos invisibles que en el tiempo sujetan sus miradas de pavor y furia, al momento de su sacrificio, ¡no por ellos sino por su pueblo! En el espacio, sus gritos de insurgencia van y vienen caminando entre las gentes libres.

Fueron robles que al caer tembló la tierra.                                                    En el semblante de los indios se pintó la libertad,                                          recostados en hombros de quienes andaban ya en otros mundos y desde allí gritaban ¡basta!
Se parece tanto el silencio al desprecio.                                                          El rostro de la ingratitud asomado al espejo, de una multitud que duerme.

Anda lo trivial consumiéndose a la gente, hablan los muros sienten las piedras, lo que se ausenta en las almas humanas.

Somos fantasmas viejos que olvidan su pasado,                                              sumergidos en un presente sin bases conocidas.

Nos hace tanta falta mirar tras la ventana del tiempo,                                    reencontrarnos con la voz de nuestros mártires, que hoy parece hablar al vacío. Ataron a la espalda sus manos, pero nunca su audaz espíritu.              Sus gritos valientes brotaron al unísono con la sangre.

De estos fantasmas despiertos, que deambulan por el pueblo,                      se sienten sus pisadas y su fuerza.                                                                    Más allá de todo olvido, no hay muerte, ni la infame indiferencia.

No podrán borrar sobre su propio territorio, ni sobre toda la faz de la Tierra, la sombra oscilante de los primeros sacrificados por nuestra República.

Olga.lucia.rios.a@gmail.com;                                                                         Twitter: https://twitter.com/Olgaluciarios7;
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