ENTRE LAS SOMBRAS, LOS MUERTOS SE MATAN DE MIEDO

 “Hay momentos en que medio me despierto e imagino que por fin salgo de aquí, —que recorro las calles del pueblo y que les hablo a mis compadres de los gallos que se echaron anoche, del derrumbe en la mina de sal, de los horarios del tren, del precio de la panela y de la cerveza… —la cerveza que tanto deseo… Veo esas botellas que resplandecen, con sus etiquetas: Club 60, Maizola…, pero la agria que más me gustaba era la Germania, —las veo sobre la mesa de la chichería donde pasé tantos días.

—Como un sueño en el que permanezco, veo los días soleados asomarse al fondo de las montañas, por la vereda del Perico donde pasé la niñez, ¡esos días!, ¡cómo perseguíamos pájaros y mariposas con las caucheras! y, cómo saltábamos sobre los vagones del tren y nos íbamos de paseo. –Es muy extraño…, ¡Cómo puede ser! estoy viendo las gentes que bajaban el día jueves desde las tres de la mañana, con diferentes cargas para vender en la plaza. —La luna todavía les alarga las sombras, que por momentos se recuestan contra las cercas de los alambrados, —les ilumina el camino. Como si se tratara de un sueño doble, me paso aquí y allá, veo el día y la noche; —pero me quedo metido en la oscuridad siempre. —Y por algún camino gris, hundidas entre la neblina, las lavanderas; despacio, con sus bultos blancos y la cara llena de frío, se dirigen a los lavaderos de Pueblo Viejo, —por un momento están frente a mis ojos, luego se esfuman.

—Al mismo tiempo veo las trabajadoras de las floristerías que esperan los buses, con las manos apretándose una contra la otra por el frío nublado de la mañana. —Otras veces cierro mis párpados y las montañas que veo, son solo tortuosas pesadillas que circundan mi cerebro; se alejan y vuelven, no se quedan quietas; parecen hechas de humo gris, y en los árboles, solo pájaros negros, con sus ojos fijos en mí; entonces mejor cierro mis parpados, los cierro apretando las lágrimas y al volverlos abrir, siempre me recibe ese salón grande, en dónde todo está acomodado para vender en estantes, y un refrigerador; —en el reposan cervezas…, esas cervezas que tanto deseo…, —solo quiero un sorbo, solo uno…

—De repente, aquí otra vez, siempre vuelvo al mismo lugar, un cajón en donde acomodado cual largo soy, me refulge una luz de cirio, mientras muchos rostros se asoman y hacen comentarios que no puedo escuchar con claridad. Una mujer llora, y me mira mucho, —es mi mujer; pero no me escucha cuando le digo que estoy bien, que solo estoy dormido. ¡Maldita sea!, ¡no me escucha! Entonces se apodera de mí la desesperación y maldigo sin descanso. Recuerdo todo ese mundo de billetes que escondí en una caja de madera, mientras ella que tan buena fue conmigo, tenía necesidades, a veces enferma, le negué unos pesos para sus medicamentos. Maldigo los fajos de billetes y las monedas que dejé podrir entre las paredes de esta casona, —los veo ahora, los veo claros, enmohecidos por la humedad. ¡No puedo evitar pedirle a gritos que me perdone!; —pero maldición, no me escucha. Solo consigo asustar a quienes logran verme entre las sombras de la casa. Entonces me es imposible no aterrarme de mi mismo, cuando oigo los pasos de esos pobres cristianos, que se alejan corriendo, mientras gritan que está haciendo miedo. Y me aterro porque así recuerdo que no estoy vivo, y que, a pesar de ello, mi conciencia sigue aquí, y allá, en un siniestro tormento, —reavivando mi dolor. Porque sé que no es un sueño el recuerdo de aquellas puñaladas que me abrieron el vientre hasta encontrar el alma.

—Comprendo que debo resignarme a convivir con esta dolorosa opresión, que me ha paralizado como un rayo, y que siento como un bulto de piedra contra mi pecho, mientras tengo sed… Esa cerveza, esa cerveza que tanto deseo… Tengo que aceptar que mi cuerpo no me responde y que no le puedo pedir perdón a mi mujer, por esos billetes que están guardados en esa caja de madera, entre las paredes de la casa, llena de humedad, —la veo clara. Y si alguien la quisiera coger se las vería conmigo. Comprendo así en últimas que esta muerte en vida, se extenderá por toda la eternidad, que en el cementerio de Nemocón enterraron mi cuerpo, pero yo sigo aquí en la tienda, viendo esa cerveza Germania, que tanto deseo…; creía cuando estaba vivo que los fantasmas eran mentira, pero ahora soy uno de ellos, ahora pertenezco a este desfile de sombras que a veces se pierden entre las cosas, recorremos el pueblo, cuando todo oscurece, y nos vemos unos a otros nuestros rostros desfigurados y llenos de angustia, —a veces buscamos un cuerpo que nos permita entrar en él para sentir otra vez la vida; —pero son esquivos, se van a misa, comulgan y otra vez estamos fuera, deambulando, como en una pesadilla. Aquí otra vez, mi cuerpo está tieso, lo veo todo. Veo ahora los techos de la iglesia, los tanques de agua negros y grises puestos sobre los tejados y muchas antenas, —¡pero esas no estaban cuando yo estaba vivo!, —no entiendo…, es como si pasaran cosas y yo aquí mismo en el cajón rodeado de luces y gentes que lloran. ¡Ha!, no todos lloran, veo a la comadre esa a la que no le quise fiar más el mercado, porque nunca me pagó, —esa no llora, se vistió de negro, pero no llora… Que soledad…, cuanto deseo volver a sentir el sol tibio en este cuerpo estirado y despedazado por los gusanos; pero es muy raro, no siento rabia ni dolor… Solo siento angustia… En este hoyo oscuro en donde estoy metido, con esta ropa que me reconstruye el cuerpo un poco, no entra el sol, ni la alegría, ni la música, ni las risas de los niños, ni los cantos de los pájaros y menos los cantos de los gallos. Aquí no entra Dios, ni la justicia, ni la inocencia. A este mundo entra la risa de los dientes filudos, esa que me espanta a mí mismo de mí. No sé bien que es lo que hay que hacer para no caer en esta oscuridad sin fin… Y aquí estoy de regreso a la tienda… Y esa cerveza, esa cerveza que tanto deseo…”

Publicado por gal196

Olga Lucia Ríos A. Colombiana, estudios en Narrativa y Creación Poética. Conferencista y capacitadora. Diplomado en Escritura Creativa: Cuento y Crónica Literaria - Pontificia Universidad Javeriana. Maestría en Reiki, diplomado en el Manejo de Terapias Alternativas. Especialista en captación y capacitación de agentes de call center en aut baun e in baun. Amplia experiencia en conferencias de servicio al cliente. Escribo: Ensayo, crónica, leyenda, cuento, poesía y haiku. He publicado textos en revistas, periódicos y páginas web. Mi último libro, “Raíces del Árbol de los Sueños I” edición, octubre 2017 –Panamericana Participación en recitales de poesía, entre ellos Encuentro de Mujeres Poetas, del Museo Rayo de Dibujo y Grabado Latinoamericano, en Roldanillo Valle.

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