AMANECER NEGRO

Créditos: Página de Villas de Salvarcar

Testimonio de familia que vivió la masacre de Villas de Salvárcar

Cd Juárez, Chihuahua, México.

 Enero 31 de 2010

“Era mi cumpleaños, como olvidar ese día; al amanecer del treinta y uno de enero de dos mil diez, ese domingo con sabor a muerte en miles de personas que no entendemos aún, el porqué es tan fácil terminar con proyectos de vida, de muchachos que trabajando y estudiando al tiempo, apostaban a sus ideales.” ­­

Entre quince y veinte años, diez y seis muertos y catorce heridos por los escuadrones de la muerte. Hoy es sabido, de acuerdo con declaraciones de la procuradora de Justicia, Patricia González Rodríguez, que al parecer ninguno de estos jóvenes, que murieron en la masacre, de Villas de Salvácar, en Ciudad Juárez, tenían vínculos con el grupo delictivo “Artistas Asesinos” —ligado con el cártel de Sinaloa.

EL TESTIMONIO DE UN PADRE

«Como cualquier habitante de Villas de Salvárcar, comparto rutinas en familia, que ya no son las mismas. Agradecido por el milagro de que mi hija Amelia haya sobrevivido a esa noche de terror, en la que varios compañeros perdieron la vida en medio de una fiesta juvenil. Hoy mi hermana, quien vive con nosotros, deambula por la casa sumergida en honda depresión».

ESE DÍA

–Enero treinta, 2010

Los días fríos y nublados, me deprimen, por eso hoy prefiero estar en casa. Aunque esté de cumpleaños. Lo inesperado nos cambia el rumbo: escucho tocar a la puerta, y ¡sorpresa!, mis amigos Jesús e Ignacio, me invitan para celebrar mi cumpleaños.

Entre risas y acostumbradas bromas, pasamos la velada.

Cerca la media noche regreso a casa, mi hermana me espera despierta como si presintiera algo inusual.

—¿Y Amelia? –le pregunté.

Mi hija acostumbrada a regresar no pasadas las diez de la noche aún no estaba en su cuarto.

— No está –contestó, con la timidez propia de quien obró en contra de las reglas.

— Es que vino con Juanita y Camila, que, si la dejaba estar otro rato en la fiesta, que se estaban divirtiendo –dijo mi hermana.

—¡Pero bien sabes que no me gusta que ande fuera después de las diez de la noche! –respondí.

— Andan muchos en la fiesta, ahorita fui a dar una vuelta y se mira bien todo –contestó ella con un tono de seguridad que me dejó algo tranquilo.

— Ya pues, solo que no vuelva a pasar, yo soy el que tengo que decidir y Amelia bien lo sabe –dije.

Me dirigí hacia mi habitación, libro en mano como de costumbre; sin embargo, entre las páginas, las historias que aparecían eran las protagonizadas por mi hija. Como si mi corazón de padre me avisara algo.

En primer lugar, llega la mañana de este día:

Estoy contento, llega el fin de semana, ella está conmigo. Al verla tan ansiosa me pregunto ¿qué planes tendrá?

Ya en casa, mirándome de medio lado, con esa sonrisa que ella bien sabe me desarma, preguntó:  —¿me dejas ir a una fiesta a la vuelta?

Intento oponerme dando las mejores excusas que se me ocurrieron: que la violencia, qué el frío, que hasta que horas regresaría… Cuando más persuasivo me sentía usando las manos para reforzar mi negativa, entró mi hermana en su defensa; con argumentos que mi hija aprobaba con la cabeza: que la dejara ir, que era joven, que se tenía que divertir; que incluso más temprano ya habían ido dos amiguitas hasta arregladas, a preguntar si Amelia iría a la fiesta, que era el cumpleaños de un compañerito de estudio.

Luego recuerdo esa tarde en que veo acercarse a mi hija acompañada de un muchachito de su edad, muy juntos, y antes de expresar alguna palabra observo sus caras, sus ojos inquietos y evasivos. Por fin él me dice: es que le quiero pedir que, si me deja andar con Amelia, y ella se le pega al cuerpo dándole apoyo. Acepté con la condición de que Roky prometiera respetarla y protegerla.  

En este revivir de tiempos y horas pasadas, sentí de pronto el peso del libro, que dejé cerrar despacio mientras el sueño me iba ganando…

De la página de Villas de Salvarcar

¡Y de repente! se escuchan disparos, luego otros, luego ráfagas, y ya también gritos y llantos; salto de la cama y salgo de mi cuarto con el corazón acelerado, veo a mi hermana salir de su habitación; solo una mirada y salimos a toda prisa. A decir verdad, ya no supe más de mí, no pude ya oír nada, sólo miraba el pavimento donde daría el próximo paso; no sé si corría, caminaba o flotaba, pero atravesé una puerta abierta…, recuerdo el número 1310

– ¡Ya cabrones payasos levántense!, párense ya, – les decía o creía decirles; ¡párense ya pendejos!, – vaya regalo que me dan de cumpleaños; pero no me hacían caso, seguían acostados en el piso, algunos con los ojos abiertos, otros cerrados. Uno estirado, otro encogido, uno triste otro como llorando, unos boca arriba, otros bocabajo… recorrí toda la casa y en cada habitación había alguien: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete; no sé cuántos conté o si los repetía; ocho, voy saliendo… no se mueven, nueve, no se levantan… por qué no dicen nada… sigo saliendo… y sigo contando a la entrada de la casa 1308, diez, once, –¿qué pasa? ¿Por qué tanta gente? Gritos y llantos van y vienen, lamentos, espantosos llantos, y más gritos… y… ¿Amelia? y, ¿Amelia? ¡mi hija!…

… –¡Se llevaron a Roky, se llevaron a Roky!  –gritaba su madre con una voz y una cara que apenas recuerdo, descompuesta; entre el desespero y la impotencia.

Y como loco perdido, mirando sin ver, sintiendo sin sentir, camino sin ver el camino, buscando desesperado sin hallar a mí hija, recorro calles y baldíos cercanos mientras escucho los gritos y llantos de voces conocidas, que como puñaladas se me clavan. Y ¿Amelia?, mi hija, mi hija…

De regreso frente a la casa, donde corre la sangre hasta la calle, ahora veo y reconozco a mis vecinos, gritando, yendo y viniendo, llorando; les pregunto y no responden, me dicen algo y no les entiendo. De pronto la voz de una niña, como un ángel que me rescatara del infierno – ¡Amelia está en la casa! ¡Amelia está en la casa!, – me dice señalando unas escaleras, que en un momento ya había subido, con mi corazón a punto de salirse y mi alma de un hilo a punto de romperse; entro a la habitación y nada, no está…, bajo no sé cómo esas escaleras eternas y vacías, inmensas; ya sin fe ni esperanza; y a mis espaldas oigo una voz que de siempre ha sido música, canto de pájaros sonidos de pianos y violines – ¡papá, papá, aquí estoy! volteo y la miro, su carita la más triste en toda la vida que le conozco; se encuentra temblando, asustada, espantada, su cuerpo cubierto de sangre y polvo, despeinada, desecha… – ¡perdóname, perdóname! – me dice mientras se me abraza fuerte, como para que nunca más la suelte. Abrazados nos dirigimos hacia nuestra casa, y vemos llegar carros con luces rojas y azules y a lo lejos se escuchan sirenas. Es inevitable ver a nuestros vecinos llorando desconsolados, y de momento la calle llenarse de soldados, policías federales y ambulancias, las que ya no hicieron falta, los heridos fueron trasladados por sus familiares valiéndose de la solidaridad de los cercanos. Al pasar, antes de la esquina, en la casa No 1306 encontramos unos cuerpos en el suelo, ya no quisimos detenernos; solo nos seguían voces diciendo: ¡está viva!, ¡Amelia está viva! entre ellas la de mi hermana, como iba a imaginar que todo el tiempo ella anduvo tras de mí.

UNA SOBREVIVIENTE

Y así continua su relato Luis Eduardo, el padre de una estudiante que sobrevivió a esta catástrofe:

“habían pasado muchos días; mi hija por su dolor y miedo había perdido su escuela, yo por mi coraje y descontrol, mi trabajo; evitando en cada encuentro hablar de lo ocurrido esa terrible noche. Hasta que ese día, estando solos y encontrándose nuestras miradas, le dije:

–¿Quieres hablar?

Ella, acercándose con lágrimas en los ojos y abrazándome, dice,

– recuerdo ahora todo papá:

estábamos contentos platicando, cantando, y otros oyendo música; de pronto, se oyeron cómo unos cuetes (sonidos de fuegos artificiales), pero todos seguimos igual; en eso, entró el papá de Roky diciendo –¡no salgan, no salgan!, hay muchos hombres armados afuera, y en eso entró uno disparando y él papá de Roky cayó, se fue llenando de sangre. Entró otro hombre disparando y junto a la puerta quedaron heridos tres compañeros, mientras otros corrían hacia el patio de atrás. Roky se puso enfrente de mí, pero dándome la espalda, yo me agarré de él; un hombre nos mira y dice amenazando con disparar – ¡salgan las mujeres! y yo seguí abrazada a la espalda de Roky. Ahí entra otro con una ametralladora y grita:

–¡nos dijeron que a todos! y siguió al otro cuarto; se oyen gritos y más disparos, solo escuchábamos los disparos y los gritos de dolor. Yo sentí que Roky se doblaba y caía sobre mí; seguía escuchando disparos y gritos, se veía mucho humo.

Roky, ni podía hablar por el dolor, con la mirada me dijo que saliéramos, y lo hicimos brincando algunos cuerpos salimos en compañía de Federico, un amiguito, casi chocamos con otro asesino que venía entrando, ametralladora en mano; solo se nos quedó viendo.

Ya en la calle, no podíamos alcanzar a Federico, quien iba con las manos en el estómago y gritando ¡ayúdenme estoy herido!

Por los gritos salió la mamá de Roky, quien solo se arrastraba y se los llevo al hospital 66. Quedé sola, con frío, buscando un lugar seguro, aunque sentía como si jamás pudiera volver a estar a salvo. Con sangre en la ropa y mis oídos llenos de gritos y llantos, desesperada sin poder siquiera avisarte papá”.

Ciudad Juárez, una ciudad marcada por eventos dolorosos, como este que deja a los padres de varios estudiantes, sorprendidos cada noche por la misma pesadilla que ahora es su vida.

Publicado por gal196

Olga Lucia Ríos A. Colombiana, estudios en Narrativa y Creación Poética. Conferencista y capacitadora. Diplomado en Escritura Creativa: Cuento y Crónica Literaria - Pontificia Universidad Javeriana. Maestría en Reiki, diplomado en el Manejo de Terapias Alternativas. Especialista en captación y capacitación de agentes de call center en aut baun e in baun. Amplia experiencia en conferencias de servicio al cliente. Escribo: Ensayo, crónica, leyenda, cuento, poesía y haiku. He publicado textos en revistas, periódicos y páginas web. Mi último libro, “Raíces del Árbol de los Sueños I” edición, octubre 2017 –Panamericana Participación en recitales de poesía, entre ellos Encuentro de Mujeres Poetas, del Museo Rayo de Dibujo y Grabado Latinoamericano, en Roldanillo Valle.

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